Hacer es la mejor manera de decir, en homenaje a Ramón Martínez

Hace una semana nos dejó un hombre bueno.
Ramón dedicó su carrera profesional a la imprenta y las artes gráficas. Sagaz y avispado, conoció todos los avances técnicos que se produjeron en esta industria, contándonos con sus dedos agarrotados, muchos años después, como colocaba las planchas y letras en la imprenta para que el resultado fuese bueno. Y nos lo contaba con los dedos, pero también utilizaba la mirada, despierta y curiosa; y además mostraba su gesto, de comprensión e interés. Por supuesto, contaba las cosas con la voz, pero era la última herramienta física que utilizaba para contar, porque desplegaba todos los medios de comunicación que estaban a su alcance y, así, podías escucharle durante horas. Quizás nunca supo que era un experto de la comunicación comunista y pedagógica.
Fue en los años de trabajo asalariado donde desempeño su lucha sindical en Comisiones Obreras, cumpliendo con las huelgas a pesar de tener un puesto de cierta responsabilidad, con la idea clara de que él era un obrero y que la clase obrera solo alcanza sus derechos si está junta. El miedo a las represalias no hicieron mella en su compromiso.
Fue militante del Partido Comunista de España (PCE) desde la clandestinidad, teniendo que ocultar documentación y proteger a camaradas de la persecución política del franquismo. No solo durante la dictadura, en la incipiente democracia vigilada, durante la operación-golpe de estado de 1981 tuvo que salir a buscar a sus hijas al colegio para protegerlas de la represión que se sabía tenía preparada la extremaderecha. Cuando se creó Izquierda Unida, tuvo claro que la lucha de la clase obrera debía continuar unida y combativa, y se incorporó a esa nueva fase política, a través de su participación en la Asamblea de Técnicos y Profesionales.
Ramón se jubiló en Manoteras, y desde allí dedicó sus años de descanso a la Asamblea de Izquierda Unida de Hortaleza. Era “el de las cuentas” y ocupó, sin descanso, su puesto tras la caja de caudales de la caseta de las Fiestas de la Primavera del Distrito. Allí no se perdió ni un céntimo cuando él estuvo al mando, ni se traspapeló ni un albarán cuando él era el responsable. En los últimos años, no abandonó la caseta, que ya no era tan roja, pero para él suponía el mismo compromiso y responsabilidad que los años previos. Gracias a él salió adelante el trabajo en las casetas de Ahora Madrid: era la causa y el motivo. Porque sin “mayores” no hubiésemos aprendido y por “los y las mayores” pudimos continuar.
Ramón tenia muchas virtudes, pero, quizás, sus características esenciales eran su humanismo, su bondad, su lealtad. Acompañó sin juzgar y tenía la sabiduría de enseñar sin mandar, era fiel ejemplo de que “hacer es la mejor forma de decir”.
Era un apasionado de los viajes, la opera, le gustaba compartir con un ron, cubano a ser posible, con compañeros y amigos. Era un apasionado de la vida, una de esas personas que disfrutan cada instante y te muestran cómo hacerlo sin proponérselo.
Él siempre nos aviso de que “el café se enfriaba”. Nosotrxs, sus compañerxs y camaradas de Izquierda Unida y el PCE, esperamos que nunca viese una fisura en nuestro compromise político y en nuestra capacidad de disfrutar del camino. Gracias, querido Ramón, por habernos acompañado una parte del camino, Intentaremos que no se enfríen el café ni nuestras ganas de luchar.